21 jun 2015

1er capitulo Mi vigilante de la noche por Lizzie Quintas

hola mis queridos dibujantes, vengo para publicar el primer capitulo de "Mi vigilante de la noche" de Lizzie Quintas.
Podéis leer la continuación en Septiembre cuando se publicara su novela bueno aquí esta el primer capitulo que lo disfrutéis. Os dejo su blog,Seguirla(Aquí),póngame en los comentarios si os ha gustado a mi me ha encantado.


Capitulo uno


Eran las nueve y ya parecía media noche, era lo que tenía el invierno. Había quedado con mis amigas para dar una vuelta como de costumbre. Tenían que venir a buscarme a las ocho y media pero mis amigas no sabían lo que era la puntualidad, un día les enseñé la entrada del diccionario donde definía la palabra puntualidad y aun así nada cambió. A mí no me gustaba hacer esperar a nadie, ¿por qué ellas si?

- Mama, ya me voy.- Le dije antes de salir por la puerta.
- No tardes. - Me gritó ella.

Siempre me decía lo mismo, nunca se cansaba, ya me sabía su repertorio de memoria. “Esta habitación parece una pocilga”, “¿no te da vergüenza tener así la habitación?” O el típico “es que no haces nada en casa, estoy cansada de trabajar y tú no ayudas nada”. vamos que me las sabía todas.
Bajé las escaleras, había veinticinco escalones, a veces cuando me aburría los contaba. Salí por la puerta del portal y una brisa fría me agarró.
Me quedé mirando a todas las personas que se metían en los bares para resguardarse del frío, otras se acomodaban las bufandas alrededor del cuello y la boca y se apretaban contra su acompañante para que se les pasara el frio. Yo en cambio iba con una camiseta de manga corta y una chaqueta muy fina que no tapaba el frio.
Toda la gente pasaba ajena a mis miradas, yo iba a mi destino con pasos lentos pero seguros. Siempre que estaba mal me iba a ese lugar, era hipnótico, el lugar, la tranquilidad, todo era precioso.
Por la carretera que llevaba al cementerio, siempre desierta, las hileras de árboles dejaban que sus hojas las meciera aquella brisa que indicaba que nos acercábamos al mar. Al llegar al cementerio tenía que seguir de frente y encontraba una pequeña cabaña que era del antiguo vigilante del cementerio, pero hacía años que se había ido de allí.
La cabaña tenía un banco que daba al acantilado, siempre me sentaba allí, el sonido de las olas rompiendo contra las rocas era como una sutil invitación a tirarme para jugar con ellas. La brisa jugaba con mi pelo y mi ropa. Ya me sentía parte de aquel lugar, como aquellas aves que tienen su nido entre las rocas lejos del agua, era como si mi alma fuera de aquel lugar y me reclamaba con eses sonidos tan hipnóticos.
Un sonido casi irreconocible hacía que volviera a la cruda realidad, con lo bien que me sentía volando entre las olas. Poco a poco regresé en mí, alertada por el sonido de mí móvil.


- ¿Sí?- contesté.
- Lilith, ¿dónde estás? Fuimos a casa a buscarte y tu madre nos dijo que ya te habías ido.
- Estoy dónde siempre.
- Vale, no te muevas que te vamos a buscar todos.
- OK- dije colgando el teléfono.
¿Todos? Había dicho " te vamos a buscar todos" ¿Lexter también? Si dijo todos eran todos, ¿no?
Dejé de pensar en eso y volví a mis pensamientos y parecía que esa breve interrupción había molestado a la naturaleza ya que la brisa era más fuerte al igual que el batir de las olas contra las rocas, pero al volver a fijarme en eses sonidos la fuerza se calmaba; yo era parte de aquello y quería ser libre como las olas y el viento de ir a dónde quisieran.
Cerré los ojos y estiré los brazos para que el aire me rozara por todo el cuerpo, me sentía la dueña del mundo. Parecía que volase.
Abrí los ojos y vi a mis amigos corriendo hacia donde estaba yo, pensé que sería que tenían ganas de verme y volví a cerrar los ojos para que esa sensación volviera a envolverme. Los brazos abiertos en cruz, sentía que mi alma se unía a las olas. De repente noté un tirón fuerte que me hizo abrir los ojos.
Al abrir los ojos de nuevo, me encontré entre los brazos de mi mejor amiga que tenía los ojos bañados en lágrimas y no entendía por qué. Los demás miraban sorprendidos por algo y tampoco sabía por qué. Estaban pálidos y sentados en el suelo con una expresión de susto y asombro, no sabría explicarla. Se les veía a todos agotados, como si hubieran corrido una maratón.
Mi amiga lloraba y me apretaba con fuerza contra su pecho, estaba a punto de dejarme sin aire.
- ¿Y si no llegamos a llegar a tiempo?- me dijo entre sollozos.
- ¿A tiempo de qué?- pregunté a mi vez.- ¿Acaso una no puede disfrutar del mar?
Miraba a todos esperando que alguien me explicara algo, pero no fue así.
Me costó incorporarme porque mi amiga no quería soltarme. Me zafé de su fuerte abrazo y me incorporé como pude ya que mis piernas se habían dormido y sentía un hormigueo por ellas al intentar mantenerme de pie.
-¿Pero qué os pasa?- dije mirándolos a todos.
- ¿Y si nos vamos a comprar las cosas para el cumple de Sèb? Así tendremos una tarde normal.- Comentó Anthony.
Les volví a mirar a todos en busca de una explicación pero se levantaron del suelo, aún con caras de susto y volvimos a recorrer la solitaria carretera del cementerio. Mi amiga Keesha no me soltaba la mano, tendría miedo de que me escapara o a saber qué. Decidí hablar con ella.
-¿Me vas a decir por qué me aprietas tan fuerte? No me voy escapar.
- Después de lo que has hecho no te voy a perder de vista.
-¡Qué no hice nada, jolines! Solo estaba disfrutando de la brisa del mar, sabes que me siento libre cuando estoy cerca del mar.
-Ahora no quiero hablar de ello, vamos a pasar una tarde normal como habíamos previsto. Hablamos cuando me haya calmado un poco, ¿vale?
Me encogí de hombros sabiendo que no iba a sacarle nada a mi amiga si ella no quería decírmelo. El silencio volvió a reinar en el trayecto, solo lo rompía el sonido de las hojas mecidas por el viento. Yo me dejaba llevar por los sonidos que me envolvían, mis ojos iban fijos en Anthony aquel chico rubio de ojos azules que era amigo mío desde hacía tres años. Lo había conocido al poco de mudarme a este pueblo. Su madre es compañera de trabajo de la mía por lo cual enseguida congeniamos. Él me había traído aquí una noche después de la fiesta patronal y enseguida me enamoré porque estaba al lado del mar y tenía mucho bosque, aún no conocía todos los sitios del pueblo pero siempre que encontraba uno no dejaba de visitarlo. Anthony y yo nos habíamos vuelto inseparables y, aunque mucha gente pensaba que nos gustábamos, solo éramos grandes amigos.

Fuimos de compras para la fiesta que íbamos a hacer en unos días. Era el cumpleaños de Sèbastien y todos íbamos a celebrarlo juntos como de costumbre, películas, música, comida, palomitas, juegos lo típico creo. Siempre me sorprendía de lo mucho que me gustaba organizar las fiestas, pensar en las decoraciones y al final no siempre salía como había pensado; supongo que no todo sale como quieres pero siempre se acercaba. Sèb es un gran chico que aunque es muy amable y sociable lo que más le gusta es hablar de animes y mangas japoneses. Si por el fuera supongo que se iría a estudiar a Japón y no lo veríamos más.

Llegué a casa a la hora de costumbre, una hora antes de medianoche, mi madre ya estaba dormida con el gato en el sofá. No quería despertarlos, se veían tan tranquilos.
Me cambié de ropa y fui al balcón, como solía hacer en estos tres años que llevaba allí. Me quedé mirando la luna que ese día estaba creciente. No había nadie en la calle ni se veían pasar coches, era todo hermoso y desierto. Solo las luces de las farolas y el brillo de la luna daban luz a las calles, estaba todo en silencio y me quedé como idiota mirando el cielo con esa luna tan hermosa que asomaba entre las montañas.

La luna despertaba en mí una ternura que creía desaparecida, lo veía todo más fácil y bonito, no sabía porque pero tampoco me paré a averiguarlo.
Esa noche prometía ser especial, las nubes tapaban la luna por ocasiones pero su halo de luz nunca desaparecía del cielo entre un azul claro y oscuro. Las estrellas salpicadas por el cielo brillaban tímidamente como si no quisieran rivalizar con la luna. Intenté conocer las constelaciones que tantas veces de pequeña mi madre me explicaba.

Estaba tan absorta en mis recuerdos de niñez cuando una pequeña melodía llegó a mis oídos. Un sonido suave que me sacaba de mis pensamientos, una melodía que me sonaba.
Busqué desesperada, ¿de dónde vendría? De pronto vi un chico pálido, alto y moreno que tarareaba esa canción en la acera de enfrente de mi balcón. Se veía que era un chico joven, seguro que tendría mi edad. ¿Entonces por qué sabía esa música? Y ¿de qué me sonaba a mí?

Me acosté con esa melodía sonando en mi cabeza, sabía que la conocía pero, ¿de qué?
Llegué a un rellano. Había dos señores con peluca blanca y esmoquin sujetando dos lanzas a cada lado del rellano, seguían unas escaleras hacia debajo de piedra de color gris. Me acerqué a los señores y uno de ellos chilló mi nombre y me indicó que bajara las escaleras. Todos en la sala me miraban, estaba llena de gente. Mayores y jóvenes como yo. Bajé mirando al frente, con cuidado de no caerme y sujetando mi vestido. Una vez llegué a bajo, observé que seguían bajando chicas por las escaleras. Me acerqué a un espejo de cuerpo entero que había cerca de la orquesta. Me observé atentamente. El cabello lo tenía trenzado hacia un lado con flores blancas pequeñas. Llevaba un vestido de color azul cielo con un ligero escote en pico y la espalda al aire, había unas tiras de raso alrededor de la falta que se sujetaban con unos lazos almidonados de color blanco. Adoraba estos vestidos. Me fijé en que había unas puertas abiertas, seguro que daban a algún balcón. Me dirigí deprisa hacia aquel lugar, no me gustaba estar en salas tan abarrotadas de gente. La música empezó a sonar y todos bailaban al ritmo de la música. En el balcón había un chico alto y moreno, no pude distinguir más porque estaba de espaldas a mí. Me acerqué a la barandilla de piedra, seguida del sonido de mis tacones contra la piedra. Aquel chico se asustó y dio media vuelta para volver a la sala. Miré a aquel chico que se iba sin decir una sola palabra, cuando pasó por mi lado mis ojos verdes se encontraron con un mar de negrura en los suyos. Torció la cara y se alejó de aquel lugar, dejándome allí sola suspirando.

Me desperté sobresaltada. La canción, ¡ya sabía cuál era! Qué tonta era, todo coincidía: la luna y el halo misterio que la rodeaba. Claro de luna. Me había dado cuenta con mi sueño, esa melodía sonaba cuando estaba en el balcón de piedra mientras se alejaba el chico que había visto ayer en la acera de enfrente. Sabía que tenía un CD de música donde estaban todas mis canciones favoritas, por alguna parte. Sí aquí, a ver, a ver. Sí aquí está Claro de luna, nº 5. Puse el CD en el aparato de música y bingo, era esa la canción. Sonaba muy bien con el piano. Al escucharla me tele transporté a mi sueño en el que bailaba con el chico aquel que la tarareara bajo la luz de la luna, aunque en mi sueño el chico había pasado de mí.

Mi amiga Keesha había quedado en llamarme para hablar de que había pasado ayer, pues no recordaba nada. Solo recordaba sentirme viva, libre, sin problemas y mirarlos y cerrar los ojos y al abrirlos, ella me estaba sujetando muy fuerte como si tuviese miedo de algo. Empezó a sonar la música de mi móvil y miré en la pantalla, era Keesha.
- ¿Me vas a contar porqué me agarrabas así ayer?- no podía más con la incertidumbre.
- Me paso ahora por tu casa y te cuento.
- Vale te espero.- colgué el teléfono.

Fui a mi habitación la coloqué por alto, hice como siempre, la ropa sucia a lavar y la que estaba doblada para colocar al armario sin preocuparme por ordenarla. Avisé a mi madre de que cuando llegara Keesha le dijera que estaba en la habitación y como sabía que iba a tardar me recosté en la cama con la música de fondo, una canción que adoraba escuchar la de Angels de Whitin temptation.

Un recuerdo atacó mi sueño intranquilo, un día de clase a la salida de matemáticas. Iba hablando con Keesha del fin de semana y no me di cuenta de que Lexter se había parado en mitad de la puerta, casi me golpeo con él. Nos quedamos mirando unos segundos, sus ojos verdes chocaron con los míos. Me dio un escalofrío al sentir su mirada, era la primera vez que me miraba así, sentí un poco de miedo. Abrió la boca como para decir algo pero parecía que se lo había pensado mejor y se dio la vuelta para salir por la puerta, me quedé petrificada mi cuerpo no respondía a mis órdenes y Keesha me sacó del aula.
Lexter me gustaba desde hacía dos años. Nunca hablábamos mucho porque él tenía su grupo de amigos y era diferente a los míos, aunque de vez en cuando coincidíamos en algún cumpleaños en común. En clase siempre se sentaba a mi lado poniéndome nerviosa cada vez que me pedía algo. Había intentado una vez decirle lo que sentía, me acuerdo como si fuera ayer: no era un secreto que a mí me gustaba Lex, todos en clase se habían dado cuenta de lo roja que me ponía cuando me hablaba y que con él era incapaz de decir más de dos palabras seguidas cuando normalmente no paro de hablar. Al ir hacia la clase de tecnología me armé de valor e iba hablar con él y decirle lo que sentía, Keesha me animaba a hacerlo para que luego no quedara con la espinita del ¿y si? Me acerqué a él y le llamé, casi en un susurro. Le dije que tenía que contarle una cosa y de repente todos nuestros compañeros de clase nos rodearon. Se me hizo un nudo en la garganta y no daba hablado, en cambio, él dijo bien alto: “Ya sé que te gusto, Lilith pero tú no eres suficiente mujer para mí.” Se me calló el alma a los pies, intenté decir algo pero él siguió ridiculizándome delante de todos sus amigotes. Nunca más intenté decirle nada de lo que sentía y aunque había cambiado y se había acercado a mí yo no estaba segura de pasar de ser compañeros de clase, me había hecho daño y no era fácil olvidarlo. Keesha siempre me apoyaba y me decía que me lanzara a por él, que había cambiado, pero siempre estaba con una chica y parecía que se gustaban o por lo menos es lo que me parecía a mí, en cambio, yo intentaba olvidarle sin mucho éxito.

La puerta se abre, me despierto sobresaltada y veo a Keesha a mi lado. Me mira y noto que mi cara está húmeda y me pican los ojos, me giro pero ya es tarde me había visto las lágrimas.
- ¿Qué te pasa?
- ¿A mí? Nada, ¿por qué?- intenté quitarle hierro al asunto.
- Si no me lo quieres contar no pasa nada, sabes que estoy aquí para lo que necesites.
- Lo sé. Solo fue un mal recuerdo.
- Vale.
- ¿Qué fue lo que pasó ayer?- dije desesperada por saberlo.
- Pues- dijo, parecía no querer acordarse, debía de haber sido grave- Casi no llegamos a tiempo para cogerte. Te levantaste, abriste los brazos, miraste para nosotros, cerraste los ojos y...
- ¿Y?- dije tragando saliva.
- Ibas a tirarte. Anthony dijo que corriéramos más deprisa por si hacías algo y fue él el que te agarró antes de que llegáramos nosotros.
- No sabía... - dije intentando ocultar las lágrimas que volvían a mis ojos.
- Pues ahora lo sabes. ¿A que vino eso? ¿Acaso no estás bien con nosotros? ¿Por qué querías tirarte por el precipicio?
-Yo no quería tirarme por el precipicio. Solo disfrutar del aire por mi cuerpo.
-Quedamos para ir al cine toda la pandilla, ¿quieres venir? Así te distraes un poco y empezamos el sábado bien.- me dijo sonriendo.
-Pues claro, me encanta ir al cine, además tengo que darle las gracias a Anthony si no fuera por él... a saber dónde estaba yo hoy.
- Vale así me gusta, que te alegres.-
-Claro- dije sonriendo

Pedí permiso a mi madre para ir al cine, era un formalismo ya que ella siempre me dejaba hacer lo que quisiera siempre que estuviera a mi hora en casa. Mientras me cambiaba, Keesha se quedó en el salón hablando con mi madre. Me puse unos pantalones acampanados grises que se ajustaban en el muslo, una camiseta negra de manga corta con una calavera grande blanca. Me recogí el pelo en una coleta dejando mi flequillo largo detrás de las orejas. Me miré en el espejo del armario. Una chica regordeta, de pelo rubio y ojos verdes me devolvió la mirada. Lo que más me gustaba de mi eran mis labios, así que cogí un brillo y lo eché en ellos para que parecieran más jugosos. Muchas veces me había planteado bajar de peso pero siempre desistía, la dieta no era para mí, si alguien me quería me querría por como soy y no por mi físico, ¿no? Fui al salón, me despedí de mi madre y nos fuimos al parque a esperar a los demás.
Era el parque para los niños pequeños, estaban los típicos balancines, los toboganes, había tres: uno pequeño, otro mediano y uno grande. Los árboles eran altos y cuando los veía me daban ganas de trepar por ellos. Había un pequeño autobús para los niños, nosotras nos hacíamos fotos en el cuándo nos aburríamos, y junto el parque estaba el quiosco, siempre venía bien porque íbamos a por pipas o pelotazos, o por la Loka para leerla mientras esperábamos por alguien de la peña.
Estábamos esperando a las niñas leyendo la Loka, lo de tierra trágame, cuando llaman al móvil de Keesha. Mi amiga solo dice un "Vale, no pasa nada" y cuelga.
La miro pidiendo información y me dice que las niñas no pueden venir, que tienen no sé qué movidas. Así que solo íbamos a ir el novio de Keesha, Keesha, Anthony y yo.
Estábamos comentando una historia de tierra trágame cuando se nos dio por fijarnos en los niños del parque, corrían, saltaban, chillaban, ¿de dónde sacarían tanta energía?
Había una niña que llamó mi atención, era morena de pelo largo y liso con unos ojos azules cielo, su piel era pálida como la mía y todo a pesar de estar en el lugar con más sol del parque. La niña estaba sola, sentada en un banco con una revista en las piernas. Se levantó, con la mirada triste y se marchó del parque, una señora la esperaba en la entrada con los brazos abiertos y esta al verla se fue corriendo a abrazarla. Debía de ser su madre.
Volví a prestar atención a Keesha, que en ese momento le estaba sonando el móvil.
-¿Sí?
- ...
- Vale, ¿dónde dijiste?
- ...
- Ya vamos.
- ...
Nos levantamos. Mi amiga iba decidida y yo simplemente la seguía.
- Vamos al aparcamiento- dijo como si leyera mi pensamiento.

Al llegar nos sentamos en los bancos donde suelen estar los ancianos ya que por allí cerca tienen un pequeño parque con unas mesitas de piedra para poder jugar a la brisca, al ajedrez o a las damas. Nos quedamos calladas, fue un tanto incómodo, esperábamos a su novio Unai que vendría con Anthony, supuse que vendrían en coche ya que estábamos en el aparcamiento.

El silencio se rompió de repente con un sonido muy familiar, el coche de Unai a toda pastilla. Lo vimos entrar y hacer un derrape criminal delante de nosotras. El corazón me iba a cien, ¡dios que loco estaba! Me quedé petrificada pero mi amiga ni se inmutaba, ya debía estar acostumbrada a esas cosas. Pero que loco estaba no me cansaba de pensarlo. Nos subimos al coche le di dos besos a Unai y saludé a Anthony, me abroché el cinturón y le dije:
- Unai estás loco, pero muy loco, casi me matas del susto. - Hice una pequeña pausa- Y menos mal que no iba yo en el coche.
- Si quieres lo pruebas- me dijo con tono burlón.
No estaba yo para esos sustos, que miedo solo de pensarlo ¿y si volcaba el coche? Que no, no estaba dispuesta a arriesgarme de aquella manera.
- No. Gracias, Unai.
- Pues ahora te jodes, un trompo para la señorita Lilith- dijo haciendo caso omiso a mi cara de miedo.
- Joder Unai que dije que no, he dicho que noooooooo.- dije chillando mientras realizaba el derrape.
Me agarré al asiento de Keesha, pensé que nos matábamos pero la verdad hay que decirla, me gustó mucho.
Miré a Anthony con una cara entre incredulidad y emoción. Mi corazón pasó de 0 a 100 en 3 segundos como los coches, en cambio, el me miraba con miedo. Tendría miedo a mi reacción ya que había pasado aquello ayer, dios le tenía que dar las gracias por lo de ayer, cuando tuviera un momento a solas con él se las daría. Con Anthony siempre he tenido sentimientos encontrados, a veces parecemos novios y me gusta pero, él es solo mi amigo y a veces me cuesta verle como otra cosa aunque me gustan sus atenciones. ¿Es raro no? Keesha a veces me dice que cree que le gusto a Anthony y yo no sé qué pensar ni que hacer.


Fuimos al cine que estaba en el otro lado del pueblo, en frente del colegio de las monjas. Era pequeño solo tenía dos salas pero para el pueblo llegaba bien.
Ese día echaban una película de miedo, prometía bastante según las críticas. Era de vampiros y a mí siempre me gustó la magia, unicornios, vampiros, hombres lobo y esas criaturas míticas que piensas que te agradarían que existieran ya que harían la vida un poco más divertida.
Cogimos las entradas para la película y entramos, como siempre cogimos gominolas, yo los cheetos pandilla y una coca cola, era una técnica que tenía: si me aburría, como disculpa salía a comparar más, esperaba no tener que hacerlo esta vez.

Entramos en la sala y nos sentamos en el sitio de siempre, por no variar claro está. Al fondo de todo había cuatro butacas en las que nos sentamos, al lado de la pared Anthony, yo, Keesha y su novio Unai al lado del pasillo. Keesha y yo decíamos tonterías mientras no empezaba la película del tipo: “tenemos la sala para nosotros solos, en la oscuridad” y yo le contestaba a Keesha: “a ver que haréis si queréis intimidad id más adelante” y nos reíamos a pleno pulmón. De pronto apagaron las luces, se apagó la música y empezó la película. Estábamos en una oscuridad plena, yo lo agradecí, me encantaba la oscuridad. Anthony me dedicó una última mirada antes de prestar atención a la película. ¿Cómo puede ser que a veces me vuelva tan loca estando a su lado? Es solo mi amigo. A veces con Keesha sale el tema de que si Anthony y yo fuésemos pareja era más divertido porque así haríamos más cosas juntos, pero al final siempre acababa con la misma conclusión: no me veía de novia con él por mucho que me gustara que fuera tierno y amable conmigo. ¿A quién no le gusta que un chico guapo le preste atención aunque sea su amigo?

No pude pensar más en mis sentimientos porque la pantalla reclamó mi atención, un chico moreno, de ojos negros y alto apareció de la nada al lado de un acantilado bajo la luna llena, el brillo de la luna de daba un aspecto muy pálido a su piel y por un momento pensé que era el chico del claro de luna, pero no podía ser, ¡era imposible!
Me quedé como tonta mirando toda la película y ni me di cuenta de que no había tocado lo que comprara hasta que Keesha me sacó del ensimismamiento que tenía , no quitaba ojo del chico ese, ni de sus movimientos como si esperara reconocer en él a aquel chico que yo reconocía por el suave tarareo de una canción.
En una escena el chico de ojos negros se acercó a una chica y la besó con tanta pasión que sentí una punzada en el corazón. ¿Algún día me besarían así a mí?
Empecé a comer muy lentamente como si no quisiera perder un solo segundo de la película y menos en comer.
La película me tenía absorbida por completo, los ojos negros de ese chico, sus movimientos tan gráciles, unos labios que invitaban a caer en el más puro deseo. Las frases tan románticas que le decía a aquella chica, incluso cuando le enfocaban y pensaba sentado en un banco al lado de rosas blancas.

Al acabar la película, por primera vez en mucho tiempo, no había terminado las gominolas ni la cocacola. Anthony se acercó a mí y mi corazón se puso a cien, ¿que querría? Sus ojos reflejaron los míos y por una vez sentí esa extraña sensación, una conexión, serían sensaciones mías. No podía ser. Tonterías.
- Em... gracias por lo del otro día- me salió de la boca con miedo.
- No pasa nada, no me gustaría que te hicieras daño.- Me contestó el.
Lo había dicho en serio, después de tres años me decía eso, no podía ser en el sentido que yo creía, solo éramos amigos, muy buenos amigos desde hacía mucho tiempo.
Salimos del cine y mi amiga y su novio iban a lo suyo, como es lógico, y yo iba hablando con Anthony de la película.

Keesha y Unai se fueron en coche, se disculparon por no llevarnos, al fijarme en mi amiga le vi un extraño brillo en los ojos, como si lo planeara desde un principio, qué tramaría. No podía ser que siguiera con la idea de juntarme con Anthony cuando le había dicho por activa y por pasiva que no sentía nada por él.

Anthony se ofreció a llevarme a casa, bueno a acompañarme.
No sabía de qué hablar con él, estaba toda cortada, ¿qué le decía? Un silencio se formó entre nosotros, un tanto incómodo. Él se veía pensativo y yo bueno mi cara era un mapa, se veían tantas emociones que no sé cómo expresarla.
Eran las once de la noche. Hacía un poco de frío y el viento ondeaba mi pelo. Adoraba mi pelo largo y rubio, parecía parte del viento. Las calles empezaban a llenarse de gente que salía de cena para juntarse y hacer botellón en la Atalaya o en otros sitios.
Anthony no dejaba de mirarme y me vi en sus ojos azules. Me puse nerviosa, muy, muy nerviosa. ¿Qué me estaba pasando? Iba a tener que dejar de ver películas con un fondo romántico. ¿Tan obsesionada estaba con tener un romance que hasta Anthony me valía aunque no sintiera nada por él?

Iba absorta en mis pensamientos: el chico de la película, lo que tramaban Keesha y Unai, Anthony acompañándome a casa. Todo me parecía rarísimo. No me dí cuenta de que Anthony me había cogido de la mano derecha y nos habíamos parado, estábamos en el portal de casa. En el cielo no se veía ni una estrella y empecé a alarmarme.
- Li...- me dijo, era la primera vez que me llamaba así.
- ¿Sí?- pregunté nerviosa.
- Hace tiempo que quiero decirte algo...- me di cuenta de que buscaba las palabras adecuadas-... nunca me había atrevido.
Me temía lo peor, ¿se iba del pueblo? ¿Me iba a echar la bronca por lo del otro día? Estaba en vilo, muerta, no entendía esta reacción.
- Yo nunca he sido de palabras... - me dijo- ... soy de acciones.
Me puse roja, ¿a qué se refería? Mi corazón estaba a cien por minuto, si le echaba una carrera a un Ferrari no tenía claro quien ganaría.
Su mano me agarró más fuerte y me sujetó la otra. La luz de la farola iluminaba la espalda de Anthony dándole un aura diferente y decidida. Me acercó a él. Mi corazón no quería quedarse en mi pecho. Su respiración era entrecortada, al igual que la mía. Sus ojos me envolvían. Me soltó las manos para agarrarme de la cintura. Me quedé petrificada, ¿qué iba a hacer? No sabía dónde meterme.
Nuestras caras quedaron tan cerca que si en ese momento el aire hubiera querido pasar lo veía un poco difícil. Un centímetro, medio, se acercaba, me abrazaba con fuerza, logró que me pusiera de puntillas, ya que él es más alto que yo. Estaba en shock, no era lo mismo que pareciéramos novios a que intentara que lo fuéramos. Nuestros labios estaban tan cerca, casi notaba el latir del corazón en sus labios cuando escuché un sonido familiar. Intenté reaccionar pero mi cuerpo estaba paralizado por el miedo.
Esa canción, claro de luna. Ese chico. Conseguí que mi cuerpo reaccionara e intenté separarme de mi amigo. Esta vez me vio con Anthony. Se quedó mirando y nos separamos. Me fijé en sus ojos, eran negros como el carbón y en ellos veía rabia, odio, ¿sería por mí? No, no me conocía.
Me despedí de Anthony, aún con el corazón desbocado, y subí las escaleras a toda prisa, como si tuviera miedo de que me siguiera. Agradecía la interrupción de aquel chico en ese momento. ¿A qué venía aquella reacción de Anthony? ¿Estaba loco?
Entré en casa, mi corazón aún seguía a cien. Cerré la puerta de un golpe. Me metí corriendo en la habitación. Solo se me venía ese momento a la cabeza. Necesitaba aire, distraerme. ¿Había intentado besarme?
Mi madre estaba en cama y profundamente dormida, decidí salir de casa un rato. Necesitaba aire, pasear y aprovechando que era fin de semana mi madre aún pensaría que estaba con Keesha. Desde que nos mudamos muchas veces me iba a caminar sin rumbo y acababa en sitios realmente hermosos.
Me habían hablado de un lugar a las afueras, por allí suele correr la gente, es un lugar tranquilo y hay un fuerte antiguo.
Que locura, escaparme de casa para ver aquel lugar. La curiosidad mató al gato, siempre me lo habían dicho y nunca hice caso.
Tardé media hora en llegar pero cuando miré me sobrecogí ante tal visión, aunque estaba oscuro pude ver el paisaje que se abría ante mí.
Un precipicio enorme, el fuerte en la cima del precipicio saliendo un poco sobre él. Un bosque enorme de castaños y abedules se extendía ala izquierda, los hombres solo habían hecho un pequeño paso de madera para atravesarlo. No había sido destruido para hacer casas, aunque cerca de allí había una urbanización con unas cuantas casas salpicadas con grandes jardines.
Me apoyé en la barandilla de madera que cercaba el precipicio, escuchaba las olas romper y esa sensación que tanto conocía me envolvió. Las olas, el sonido, el precipicio, el bosque y la poca acción humana en aquel lugar era emocionante. Yo había nacido en una ciudad y las pocas veces que mis padres me llevaban a la playa en verano me hacía soñar con quedarme allí para siempre. Siento una gran atracción por el mar y ahora que vivo cerca de él no tengo palabras para describir como me siento. Es un sueño hecho realidad, solo que echaba de menos a mis amigas de la ciudad pero como dice mi madre: “no siempre se puede tener todo lo que uno quiere”.
Una sensación de alerta me invadía, alguien estaba allí y me estaba mirando. Lo notaba en la nuca, una mirada fija clavada en mí. Estaba nerviosa y me puse a mirar para todos los lados. La decepción asomó a mi cara al ver que no había nadie ¿se escondería? ¿A quién esperaba ver a esas horas por allí? Me centré de nuevo en las olas cuando...
- Hola- sonó una voz suave detrás de mí.
Me giré muy despacio, el corazón me latía fuerte y me había asustado pero no iba a demostrarlo. No soy una niña tonta e indefensa. Al mirar me quedé petrificada, allí estaba él. El chico del claro de luna. Busqué sus ojos, sus ojos negros como la noche y suspiré por dentro. No sabía por qué pero me calmé rápido aunque era un desconocido no me transmitía maldad ninguna, siempre me fiaba de mis sensaciones con la gente y no solían fallar.
- Hola- dije después de un rato.
Llegó el silencio solo roto por el batir de las olas contra las rocas del precipicio en el que estábamos.
- Eres nueva por esta zona, ¿verdad?- sonó más a afirmación que a pregunta.
- Sí, es la primera vez que vengo en tres años.
- Es preciosa, sobre todo por la noche, hay mucha tranquilidad.
- Ya veo.- Que tonta, que respuesta más estúpida, no podía por una vez decir algo normal.
- Me llamo Carlos.
- Yo Lilith, encantada- dije roja como un tomate, agradecí la oscuridad.
- Encantado- dijo dándome un beso en la mano derecha. Sus labios estaban fríos, pero con el frío que hacía no me sorprendió mucho.
Nos acercamos a la barandilla los dos mirando hacia las olas, que bonito estaba el mar. Tenía frío y me sentía un poco incómoda al lado de Carlos, Estábamos en silencio y me empezaba a sentir muy inquieta. Carlos empezó a tatarear su canción. Me sentía torpe, no sabía que decir. Sus ojos negros estaban fijos en el mar.
- Esto... ¿y eres de aquí?
- No- dijo secamente.
- Em... ¿de dónde, si se puede saber?
- De Londres.
- Me gusta mucho Londres.
Silencio. Su canción me acunaba. Silencio. Que desquiciante.
- ¿Llevas mucho tiempo viviendo por aquí?- volví a hablar para no estar en silencio.
- Unos seis años.
La verdad que me sentí muy torpe a su lado. Como se hacía tarde y empezaba a hacer mucho frió y estaba en manga corta decidí marcharme. Ya estaba bien por hoy de cosas raras.
- Me tengo que ir ya- dije marchándome.
- Si quieres te acompaño, no es bueno andar solos a estas horas.
- No te preocupes, mi casa no está muy lejos- le mentí.
- Insisto, te acompaño.


- No, tranquilo. Mi casa está un poco más adelante.
- Como quieras.- se encogió de hombros y se quedó mirando el mar mientras me alejaba.
El recorrido no era muy largo, solo que yo caminaba despacio. A estas horas ya estaban abiertas las discotecas y una marea de gente se agolpaba por las calles, algunos con un cubata en la mano. La música resonaba en el exterior de las discotecas atrayendo a aquellos rezagados que aún no estaban dentro gastando el dinero y bailando.
Llegué al portal con dificultad, las últimas calles que me separaban de mi casa estaban llenas de estudiantes extranjeros de intercambio que pasaban sus últimos días en el pueblo. Iban todos juntos chillando, saltando y con botellas de coca cola llena de calimicho.
Entré en el portal y llamé al ascensor, solía subir en ascensor pero hoy había vivido demasiadas experiencias y estaba realmente agotada.
Metí la llave en la puerta con mucho cuidado para no hacer ruido, entré y con el mismo cuidado cerré la puerta pechando con llave. Mi madre tenía la manía de pechar con llave desde siempre, porque en la ciudad hay muchos robos, no lo entiendo ya que, ¿si quieren robarte qué más da que tengas cerrado con llave?
Con mucho cuidado de hacer ruido fui a mi habitación, me cambie de ropa y me metí en cama.
Me acomodé entre mis cojines y me hice la dormida por si mi madre venía a verme, no tenía que darse de cuenta de mi escapada.
La casa estaba en silencio y era raro que en ninguna casa del edificio que escuchara nada, no era tan tarde. Intenté no pensar en nada y que el sueño me recogiera en sus brazos pero no era fácil, tenía miles de pensamientos que no dejaban de aparecer en mi mente: Anthony, Carlos, Anthony intentando besarme o eso me había parecido…
Apreté fuerte los ojos esperando que el sueño me alcanzase y poder alejar así mis pensamientos. Como no daba dormido encendí la lámpara de la mesilla, me levanté por un libro y me volví a tapar en la cama. Empecé a leer con ansias el libro pero al rato me empezaron picar los ojos y a cerrarse solos.
Morfeo por fin había venido a darme un poco de su polvo especial para dormir.
Un lugar blanco, un blanco cegador. No veía nada. Avanzaba a tientas. Mis manos palpaban el aire que me envolvía. Una silueta negra se acercaba a mi campo de visión. Me parecía conocido. Quedamos de frente.
- Tardaste en llegar- me dijo la silueta.
- Lo siento.
- Hace mucho tiempo que te espero- siguió la sombra.
- No lo sabía- respondí.
- Vas a necesitar toda la ayuda posible- me dijo- se acercan tiempos muy difíciles para ti.
- ¿Por qué lo dices?- una nota de pánico se sintió en mi voz.
- Ya lo verás- me explicó con calma- pase lo que pase, cuando dudes, acuérdate de esta luz, siempre te estaremos guiando. No te olvides de que eres una chica muy fuerte y valiente, no te dejes influir por nada ni por nadie. Solo sé fuerte y siempre ten claro lo que quieres tomar de la vida.


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